Innovación, Tecnología, Ciencia y Sostenibilidad: Un ecosistema indivisible


Durante décadas, la investigación científica ha sido impulsada principalmente por fondos públicos, instituciones académicas y organismos gubernamentales. Sin embargo, en los últimos años hemos asistido a un cambio de paradigma: el capital riesgo, tradicionalmente asociado al impulso de startups tecnológicas, ha comenzado a desempeñar un papel estratégico y transformador en el ecosistema de la ciencia. Esta nueva ola de inversión no solo está aportando músculo financiero, sino también velocidad, escalabilidad, visión de negocio y, sobre todo, una nueva cultura de colaboración entre ciencia e industria.
La necesidad de traducir los avances científicos en soluciones aplicables al mercado ha abierto una ventana de oportunidad para los fondos de inversión. Esta tendencia se ha acelerado en España y otros países europeos, donde comienzan a proliferar vehículos de inversión especializados en ciencia, salud y deep tech. Lo que antes parecía un territorio demasiado incierto para el inversor tradicional, con ciclos de maduración largos, riesgo técnico elevado y falta de tracción comercial, ahora se está reconfigurando como un espacio fértil gracias a nuevos modelos de transferencia tecnológica, a la profesionalización de los investigadores-emprendedores y al impulso del tejido innovador.
Los fondos de capital riesgo no solo buscan rentabilidad económica: también buscan impacto. Por ello, apuestan por proyectos científicos capaces de cambiar industrias completas, desde la biotecnología hasta la energía limpia o la neurociencia. Lo hacen promoviendo spin-offs, apoyando el desarrollo de patentes, y creando estructuras híbridas entre academia y empresa.
El inversor actual ha dejado de ser un mero financiador para convertirse en un agente activo en el desarrollo de I+D. Aporta conocimiento estratégico, conecta a los equipos científicos con redes empresariales, ayuda a construir modelos de negocio viables y establece hojas de ruta para el escalado global de las soluciones. Este acompañamiento integral permite que muchos proyectos con un alto valor tecnológico no mueran en el laboratorio, sino que evolucionen hasta convertirse en empresas con impacto real.
Esta tendencia requiere también un cambio cultural: la ciencia debe aprender a hablar el lenguaje del mercado, sin renunciar a su rigor. Y los inversores deben desarrollar una sensibilidad distinta para valorar el potencial de una línea de investigación incluso en fases tempranas. Esta simbiosis se está dando gracias a iniciativas que promueven la formación de investigadores en emprendimiento, así como a la aparición de nuevos perfiles híbridos entre la ciencia y los negocios.
El verdadero impacto del capital riesgo en ciencia no está únicamente en el dinero que aporta, sino en cómo acelera la disrupción tecnológica. La ciencia, cuando se conecta con dinámicas ágiles, puede dejar de ser un proceso lineal y convertirse en un sistema iterativo, interdisciplinario y orientado a resultados.
Este enfoque transformador va mucho más allá de mejorar procesos o descubrir nuevos materiales. Se trata de rediseñar completamente las cadenas de valor en sectores clave, como la salud, el clima o la alimentación, aprovechando la ciencia como palanca de innovación radical. Pero para ello, la transferencia de conocimiento no puede seguir siendo un cuello de botella. Aquí, el capital riesgo actúa como un catalizador: identifica nodos de innovación, dinamiza la conexión con la industria y permite que la investigación salga del “paper” para entrar en el ciclo económico.
El modelo de venture builders, está ganando terreno en el ámbito de la investigación. Estas estructuras funcionan como fábricas de startups científicas, ofreciendo no solo inversión, sino un marco organizativo que reduce el riesgo y optimiza el tiempo de desarrollo. Los venture builders aplican metodologías de validación rápida, atraen talento multidisciplinar y crean empresas desde cero, partiendo del conocimiento generado en centros de I+D.
Este enfoque permite superar muchas de las barreras que históricamente han limitado la viabilidad comercial de la ciencia. Además, los venture builders especializados en deep tech permiten incubar proyectos de alta complejidad tecnológica que requieren no solo dinero, sino también un ecosistema de soporte intensivo
En sectores como la biomedicina, el papel del capital riesgo es especialmente notorio. Los fondos especializados en ciencia y salud han crecido significativamente en los últimos cinco años, impulsados por la pandemia y el auge de tecnologías como la inteligencia artificial aplicada al diagnóstico, la edición genética o las terapias personalizadas. La promesa no es solo curar enfermedades, sino cambiar radicalmente la manera en que entendemos la salud, el envejecimiento o la prevención.
Este tipo de inversiones, aunque más arriesgadas, ofrecen retornos extraordinarios cuando logran cruzar el llamado “valle de la muerte”, ese tramo crítico entre el descubrimiento científico y la validación comercial. Gracias a la combinación de fondos especializados, incubadoras clínicas y alianzas con hospitales o farmacéuticas, cada vez más investigaciones encuentran una vía clara hacia el mercado.
Todo esto apunta a un fenómeno claro: estamos entrando en una nueva era en la que la ciencia aplicada y la inversión inteligente se refuerzan mutuamente. El capital riesgo no sustituye a la financiación pública, pero sí complementa sus carencias, sobre todo en las etapas donde se requiere rapidez, visión global y escalabilidad. Además, permite profesionalizar el puente entre la investigación y la empresa, multiplicando las posibilidades de que un descubrimiento llegue a convertirse en solución real.
No se trata solo de acelerar la ciencia, sino de dotarla de propósito. De conectarla con los grandes desafíos de nuestro tiempo: la transición energética, el cambio climático, la seguridad alimentaria, la salud global. El Venture Capital, bien enfocado, tiene el poder de impulsar la ciencia hacia donde más se la necesita.
En Bolboreta Innova Group, creemos en esta visión. Nuestra línea de “Investigación” no solo financia, sino que acompaña proyectos disruptivos con un enfoque ético, sostenible y transformador. Impulsamos iniciativas donde la investigación de excelencia se conecta con la sociedad, guiados por nuestros valores de sostenibilidad, ciencia aplicada y transformación del conocimiento. Si tu proyecto busca cambiar el mundo desde la raíz del conocimiento, te invitamos a conocernos: Ciencia
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