La propiedad intelectual es el conjunto de derechos exclusivos que reconoce la ley a las personas físicas o jurídicas sobre las creaciones originales de su intelecto, ya sean invenciones técnicas, obras artísticas, signos distintivos, diseños o conocimientos especializados. Su objetivo es fomentar la innovación, la creatividad y la inversión, asegurando a los creadores la posibilidad de beneficiarse económicamente de sus obras o descubrimientos y, al mismo tiempo, incentivar la transferencia de conocimiento en condiciones justas. Se divide en dos grandes ramas: la propiedad industrial, que abarca patentes, modelos de utilidad, marcas, diseños industriales, nombres comerciales y secretos empresariales; y los derechos de autor y derechos conexos, que protegen obras literarias, artísticas, científicas, programas informáticos y producciones audiovisuales, entre otros. Desde el punto de vista empresarial, la propiedad intelectual constituye un activo estratégico, muchas veces intangible pero con un alto valor económico, que puede ser licenciado, transferido, monetizado o incluso utilizado como garantía, siendo clave en la diferenciación competitiva, la expansión internacional y la protección frente a la copia o la competencia desleal. Por ello, una adecuada gestión de la propiedad intelectual no solo implica su registro, sino también su vigilancia, defensa, explotación y alineación con los objetivos del negocio.
